Crónica Negra de España 174:
Periódico La Vanguardia.
El descuartizador de Cádiz
Artículo escrito por Cristina Álvarez.
José Juan Martín Montañés, el ‘descuartizador de Cádiz’ y un cadáver oculto en cinco bolsas
Javier y José Juan se conocían desde hacía años. Iban al mismo instituto de Cortadura y José Juan era muy apreciado por los padres de la víctima, ya que fue quien ayudó a que su hijo saliera de una pequeña crisis emocional. Ambos también compartían la afición de leer pasajes de la Biblia y hay quienes aseguran que tanto la víctima como el asesino estaban implicados en una secta.
Javier Suárez Samaniego, víctima asesinada por José Juan Martín Montañés .
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José Juan llevaba planeando el asesinato de su mejor amigo desde hacía dos semanas aproximadamente. El 21 de Enero del año 89, sobre las 16:00, mientras paseaba con su bicicleta, Javier se encontró con su amigo y éste le invitó a subir a su casa poniéndole la excusa de que quería enseñarle algo.
Javier aceptó y subieron juntos al domicilio en el que estaba emancipado el asesino, en la calle Villa de Paradas núm. 3.
José Juan le pidió un último favor a su amigo. Quería hacerle unas pruebas de audición con su nuevo equipo de música. Le sirvió una copa y Javier se sentó en una silla mientras su amigo le vendaba los ojos y subía el volumen de la música.
José Juan Martín Montañés una vez detenido.
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Javier, muy concentrado en lo que estaba escuchando, recibió un fuerte golpe en la cabeza con una pata metálica de una mesa por parte de su mejor amigo. Cayó al suelo semiinconsciente. El asesino, valiéndose de sus conocimientos en medicina, le clava un cuchillo a la altura del corazón para que no sufriera, creyendo que tendría una muerte instantánea, pero lejos de su intención, Javier aún permanecía vivo y José Juan le cubrió la cabeza porque le desagradaba ver el rostro de su amigo con los ojos abiertos y mirándole fijamente.
"Trato de quitarlo de en medio. Se me ocurre de todo. Tirarlo por el water, estúpido, pero se me ocurre. Tirarlo por la ventana y ahí será encontrado, se ha caído, pero claro yo vivo ahí. Se me ocurre incluso comérmelo, absurdo, esto hay que quitarlo de en medio como sea".
José Juan Martín Montañés ayuda a la policía en la reconstrucción del crimen.
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Bajo custodia policial.
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Decide descuartizarlo y meter los trozos en cinco bolsas de basura, excepto las manos, que las conservó dentro de un frasco con formol. José Juan le envía dos cartas a los padres de la víctima escritas a máquina, haciéndoles saber en ellas que su hijo había sido secuestrado y que si no depositaban doce millones de las antiguas pesetas en una cuenta de ahorro, Javier sería asesinado. Las manos las conservó para chantajear a los padres de Javier. En el caso de que se retrasaran en el pago, éste les enviaría un dedo cortado cada semana.
Al día siguiente José Juan realizó varios viajes hasta la punta de San Felipe para tirar las bolsas con los restos al mar.
Los padres de Javier decidieron ingresar el dinero y José Juan fue capturado por la policía tras extraer una cantidad no mayor a 35.000 pesetas en diferentes cajeros.
Punta de San Felipe , lugar donde arrojo José Juan Martín Montañés el cuerpo de Javier.
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Dicen que José Juan narró los hechos a la policía sin ningún tipo de arrepentimiento, asegurando que lo volvería a repetir.
"Saqué un pincho y cuando iba haciendo presión, corto. Primeramente pinchar pero luego cuando entra la sierra, corta. Pues el hombre despierta, sale de esa inconsciencia, del shok en el que estuviera, estaba vivo. Se trata de incorporar, ala, medio cuello colgando... un ruido así de la tráquea que no es nada agradable, sangre..."
José Juan fue condenado a treinta y seis años de prisión, pero salió en libertad en Junio del 2004. Posteriormente recibió una segunda condena por robar en un supermercado de la calle "Huerta del Obispo".
Las últimas noticias que se saben de él es que actualmente vive en Sevilla y visita a sus padres en Chiclana, pero tiene prohibida la entrada a Cádiz.
La policía encuentra una de las bolsas que José Juan Martín Montañés lanzo al mar.
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Aparecieron rumores de que los vecinos de la calle Villa de Paradas núm. 3, aseguran que transcurrido un año de aquel crimen comenzaron a escuchar ruidos y llantos de aquel joven, y que provenían del piso donde ocurrieron los hechos.
Un anónimo nos hizo llegar que fue testigo de una conversación entre dos mandos del ejército y que estuvieron hablando sobre aquel piso. Comentaban entre ellos que el precio de la vivienda era muy barato pero nadie quería comprarlo. "Un matrimonio joven que lo compró lo dejó al poco tiempo al oir lamentos y quejitos durante la noche".
Aquellos rumores fueron incrementados entre los ciudadanos de Cádiz durante muchos años.
Quizás estemos una vez más ante rumores de fantasmas que se generan a raíz de una trágica historia. O quizás realmente los vecinos vivan intranquilos por los extraños ruidos y lamentos, pero lo más insólito de toda esta historia y sobre todo, lo que más nos preguntamos es qué clase de mente puede llegar a cometer una atrocidad como ésta. Sin duda alguna, un caso que estremeció y conmovió a todos los gaditanos.







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