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El Temporal de Reyes fue un temporal de lluvias torrenciales que afectó a la isla de Gran Canaria el 6 de enero de 1766.
Las fuertes lluvias produjeron la avenida del Barranco de Guiniguada y la destrucción del “puente de palo” que unía Vegueta y Triana en Las Palmas de Gran Canaria, capital de la isla.
Destruyó también las murallas de ambos barrios.
En Agüimes hubo un alud de piedras y lodo, y en toda la isla fuertes inundaciones.
El temporal se prolongó durante trece días.
Los daños causados por el temporal fueron a añadirse a la ya precaria situación económica de la isla, desembocando todo ello, en octubre, en el Motín de Telde de 1766.
Ello fue el enorme temporal de lluvias, rayos y truenos que acaeció en la noche del 5
de Enero de 1766 (temporal de Reyes).
Este formidable fenómeno ha quedado por siempre grabado con caracteres en la historia isleña por su enorme violencia y por los destrozos que causó.
En Arucas fueron destruidas fincas, y arrasadas las acequias.
La pequeña población de entonces se congregó en la iglesia parroquial, temiendo ser arrastrada por las aguas, y allí pasó la noche en oración.
Las aguas, en su gran erosión de tal noche, abrieron un profundo vallecito en el arranque del Barranco de Arucas, en el Pico de Osorios, trayendo los materiales arrancados a la Vega de esta población.
Como en dicho Pico de Osorios cayeron varios rayos, la gente decía, y aún dice, la iletrada que “el Pico se derritió” (¡como si sus materiales hubiesen entrado en fusión!).
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