Brunequida.
Juan de Dios de la Rada y Delgado sobre 1847.
Brunegilda o Brunequilda, a veces llamada Brunilda (en latín, Brunichildis; Toledo, 543-Renève, 613), fue una princesa visigoda hija de Atanagildo y Gosuinda. Por matrimonio llegó a ser reina de Austrasia. Participó en los conflictos y guerras contra Neustria causados por el asesinato de su hermana Galswinta, también conocida como Galsuinda o Galesvinta. Fue regente en Austrasia y Borgoña.
La verdadera Brunilda se llamaba en realidad Brunequilda –o Brunegilda- y era hija del rey visigodo Atanagildo y de la reina Gosuinda.
Había nacido en el año 543 en Toledo, ciudad a la que su padre trasladó la capital del reino. Cuando tenía poco más de veinte años, y para consolidar las relaciones entre los visigodos y los francos, se concertó su matrimonio con Sigiberto I, rey de Austrasia, y el de su hermana mayor, Galsuinda, con Chilperico I, rey de Neustria, ambos hermanastros e hijos del merovingio Clotario I. Brunequilda se trasladó desde Toledo hasta Metz, y Galsuinda fue a Soissons.
Al parecer, el matrimonio de Brunequilda y Sigeberto fue feliz, pero no así el de Galsuinda. Para casarse con ella, Chilperico había repudiado a su primera esposa, Audovera (que se retiró a un convento), pero su amante, Fredegunda, no aceptó este segundo matrimonio, de modo que mando asesinar a Galsuida y poco después consiguió convertirse en la esposa del rey. Dicen algunas crónicas que la guerra entre Sigeberto y Chilperico se debió a este crimen. Lo cierto es que había causas políticas más importantes, pero puede ser cierto que Brunequilda hizo lo que pudo para enconar la rivalidad entre los dos hermanos y exigió que le fueran entregadas en compensación las ciudades que su hermana había recibido como regalo de bodas. Chilperico las entregó pero intentó recuperarlas por la fuerza años después, iniciándose así un enfrentamiento en el que Sibegerto resultó vencedor.
Cuando la situación de Chilperico era ya desesperada, Fredegunda consiguió que unos de sus sicarios asesinasen a traición a Sigeberto. Brunequilda fue hecha prisionera, encerrada en un convento en Ruan y separada de sus hijas, Ingunda y Clodosvinta, mientras su hijo Childeberto conseguía escapar y ser reconocido como heredero por la nobleza de Austrasia. Pero Brunequilda dabía de ser una mujer atractiva, además de otras cosas: consiguió seducir a Meroveo, hijo de Chilperico y su primera esposa Audovera, se casó con él y, tras varias peripecias, logró regresar a Austrasia para asumir la regencia de su hijo Childeberto II. Meroveo, perseguido por su padre y por Fredegunda, se suicidó para no caer en sus manos.
En el año 584, Chilperico de Neustria murió asesinado, según la mayoría de las fuentes, por la propia Fredegunda, que se convirtió así en regente de su hijo Clotario II. También a ella suele atribuirse el envenenamiento, en 596, del rey de Austrasia, Childeberto II, el hijo de Brunequilda. Esta asumió de nuevo la regencia y se ocupó de que sus nietos Teodeberto y Teoderico fueran reconocidos respectivamente como monarcas de Austrasia y Borgoña. Un año después, falleció Fredegunda, de muerte natural, y poco después Teodeberto expulsó a su abuela de Austrasia, con lo que hubo de refugiarse en la corte de su otro nieto en Orleans.
A partir de este momento, se sucedieron los conflictos entre los nietos de Brunequilda, Tedodeberto II y Teoderico II, y Clotario II, hijo de Fredegunda. Fue una lucha de todos contra todos en la que Brunequilda tomó partido por Teoderico, llegando a instigar, tal vez, el asesinato de Teodeberto y su hijo. Sin embargo, Teodorico murió prematuramente –de muerte natural, cosa infrecuente en la familia- , por lo que Brunequilda, con más de setenta años, reclamó la corona para su bisnieto Sigeberto II, hijo de Teodorico, y la regencia para sí misma. A ello se opuso la nobleza de Austrasia, encabezada por el mayordomo de palacio, Pipino de Landen, y por el obispo de Metz, el futuro san Arnulfo. Brunequilda huyó hacia el Rin para pedir ayuda a las tribus germánicas pero fue descubierta y enviada a Rèneve, donde se la juzgó por sus crímenes y, de paso, por los de Fredegunda. Clotario II la condenó a ser atada a cuatro caballos y desmembrada. Fue incinerada y sus cenizas se depositaron en el monasterio de San Martín, en Autum, que ella misma había fundado.
Brunegilda murió el 13 de octubre de 613. Sus restos fueron incinerados y sus cenizas depositadas en un sarcófago en la abadía de San Martín en Autun, fundada por ella en 602. Hoy reposan en el Museo Rolin en Aviñón.
En una época en que las mujeres de la nobleza eran poco más que moneda de cambio, Brunequilda y Fredegunda demostraron que podían ser tan poderosas como sus padres, esposos e hijos. También se comportaron con idéntica crueldad. De Brunequilda nos ha llegado la imagen que dibujaron cronistas que no la habían conocido, a excepción de Gregorio de Tours, y cuyas opiniones tenían la clara intención política de desprestigiarla. Lo cierto es que el odio de ambas mujeres, que ensangrentó Europa durante más de cincuenta años, se convirtió en fuente de inspiración para algunas de las obras de arte más representativas de la cultura occidental.